jueves, 11 de marzo de 2010

¿Quiéres ser mi amigo?

¿Habéis pensado alguna vez en la importancia que tienen las primeras amistades?

Nuestros primeros amigos, esos con los que compartíamos los recreos, a los que invitábamos a nuestros cumpleaños o con los que un día te enfadabas porque no te daban parte de su merienda, fueron los que nos permitieron descubrir otros hábitos de vida, normas a parte de las que estábamos acostumbrados a seguir en nuestra casa, y así desde bien pequeños nos fuimos dando cuenta de la variedad social. Mientras jugábamos experimentábamos las diferentes relaciones de amistad, como el liderazgo, la popularidad o el rechazo, que no solo vivenciamos en la infancia, sino a lo largo de toda nuestra vida, ayudándonos a establecer nuevas relaciones amistosas.


Las diferentes clases de juego nos ayudaban, y siguen ayudando, a fomentar nuestra creatividad, la exploración, a ponernos en el lugar de los demás o saber obedecer una serie de reglas. Por ejemplo cuando jugábamos al escondite intentábamos escondernos en un lugar donde nunca nos encontrarían, pensábamos en donde no nos buscaría el que se la ligaba y sabíamos que no podíamos salirnos del espacio de juego que se decidía al principio.


De este modo, a través del juego, trabajamos nuestra propia socialización, jugando en equipo a juegos como “polis y cacos”, representando situaciones de la vida real cuando jugábamos a los médicos, decidiendo como actuar y llegando a una solución común cuando alguien se saltaba las reglas, etc.


Habiendo vivenciado todo esto cuando éramos pequeños, ahora sabemos cuando es mejor trabajar en equipo y cuando no; tenemos nuestra propia forma de actuar ante los problemas y nuestro propio pensamiento, pero sabemos que no hay una única manera de hacer las cosas; y así, tendremos nuestro propio punto de vista, que iremos modificando con el paso del tiempo teniendo en cuenta nuestras propias experiencias.

1 comentarios:

  • Noemí Sanz dijo...

    Me encanta esta entrada!

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